"Los Ventanales y La Ventana"
No siempre tuvimos un Auditorio, unas salas de exposiciones o un Museo de Arte Contemporáneo...Todas estas cosas y más se han conseguido a lo largo de muchos años y gracias, como siempre, al empeño y el esfuerzo de unos pocos que tienen nombre y apellidos. Uno de esos nombres de la cultura de esta ciudad que habría que escribir siempre con mayúsculas es el de José Antonio Sequí.
Fotos
Con motivo, de la inauguración de las nuevas salas del Museo de Arte Contemporáneo, nuestro colaborador Pedro López Ocaña publica un artículo " Los Ventanales y La Ventana" que, en realidad, son dos, El primero lleva fecha de ahora, de septiembre de 2016, y el segundo de 2002. Una mirada a nuestro pasado más reciente centrada en esa Casa de la Juventud, situada en los terrenos que hoy ocupa el Auditorio, donde Sequí trabajó por y para la cultura y el futuro de nuestra ciudad.
Los Ventanales
(Somera historia de un Museo, septiembre 2016)
El día 5 de septiembre de 2016, tuve el honor de ser invitado por la Corporación municipal, a un acto sumamente entrañable para mí: la inauguración de la nueva sede del Museo de Arte Contemporáneo de Pintura y Fotografía de Tarancón. Este museo, albergará la Colección acumulada a lo largo de casi treinta años de un certamen que primero fue provincial, luego regional, y que hacia el décimo aniversario, se convertiría en nacional, y a día de hoy, alberga una pequeña pléyade de obras de multitud de pintores y fotógrafos, muchos de ellos de reconocida fama nacional.
En la legislatura del Alcalde Raúl Amores, y debido a dos factores: la desaparición de la Casa de la Juventud, y la falta de un edificio apropiado para albergarlo, se decidió habilitar unas salas, muy dignas, en la recién creada “Casa Solidaria”, pero su lejanía del núcleo central del pueblo, y tal vez una inadecuada promoción a lo largo de estos años, sumado a la necesidad de aumentar el espacio para el archivo municipal, llevó a la Concejalía de Cultura y a toda la corporación actual, a buscar un espacio adecuado y más cercano a la zona más poblada y transitada de Tarancón.
A mí, esta decisión me planteó interrogantes que ya expresé en su día, y unas dudas que no quise compartir, pero que se transformaron en el temor de que esa no fuese una buena idea; pero tras charlar con Mari Cruz Botija, directora de museos de Tarancón y con Raúl Añover, Concejal de Cultura, decidí, aunque con muchas reservas, esperar a ver los resultados de esa idea.
Hoy, tras la inauguración, tengo que reconocer que ha sido un acierto. El museo, de grandes ventanales, ha quedado realmente atractivo, el montaje de la obra es correctísimo y las salas, muy bien iluminadas, permiten maravillarse de la magnitud y calidad de la colección, aunque todavía el espacio es insuficiente para mostrar toda la obra acumulada y por supuesto la que se irá acumulando en las sucesivas ediciones, lo que en principio puede solucionarse con una adecuada rotación de obras. Urge pues, sin excesiva prisa, pero sin pausa y con un proyecto de futuro que pueda trascender al relevo de corporaciones, buscar un nuevo espacio con sitio suficiente para ésta y futuras colecciones que puedan ir sumándose (alternativa a pensar), un espacio expositivo multicultural que sirva de foco para el crecimiento cultural de Tarancón, y el único lugar hoy disponible, y seguramente el más adecuado, sería el Mercado Municipal de la Plaza del Ayuntamiento, que poco a poco, podría rehabilitarse sin que su costo fuese inasumible para las instituciones locales, provinciales y autonómicas y evitase además la pérdida de un edificio emblemático para nuestro pueblo.
Mi satisfacción ha sido doble, porque aunque una planta más arriba, y unos metros más atrás, la nueva sala de exposiciones, comparte solar con aquella primitiva sala de exposiciones, la primera muestra permanente de arte que tuvo nuestro pueblo en la Casa de la Juventud, que fue sacrificada para edificar el Auditorio Municipal que hoy acoge al Museo y en el espacio libre y ajardinado, tendría que haberse edificado un Centro Social para acoger tanto a las asociaciones culturales y deportivas, como a un espacio expositivo que seguramente habría albergado el Museo de Arte Contemporáneo, pero los sueños se convierten en proyectos, y los proyectos, a veces, destruyen o modifican los sueños.
En el Año 2002, cuando fue derribada la Casa de la Juventud, la Revista Castillejo le dedicó un número especial, y a mí me tocó escribir el siguiente artículo, que hoy es, entre otros más, un testimonio de lo que para el deporte, la Cultura, y sobre todo para el Arte fue aquella desaparecida casa de todos los jóvenes tan bien dirigida y tutelada por José Antonio Sequí Alpuente, que por su gran labor, Tarancón decidió que la colección y el certamen llevaran su nombre.
LA VENTANA
(Publicado en la Revista Castillejo, en 2002)
No me hago a la idea. Cuando bajo o subo por Miguel de Cervantes, noto su ausencia, como la muela perdida de mi dentadura. Su hueco, lleno ahora de andamios y estructuras de cemento armado, no consigue hacerme olvidar su simétrica figura, de afilados tejados y zócalo de piedra, encajonada, (aprisionada, más bien), entre altos edificios que la hacían parecer más pequeña. La recuerdo con esa ventana central en el primer piso, con su mástil y la permanente bandera de España, limpia e impecable, y la sombra de José Antonio Sequí tras los cristales, rodeado de papeles y papeles, de cuadros y fotos de todas las exposiciones allí celebradas. Pero sobre todo, echo de menos la VENTANA de la derecha, esa que daba luz al añadido que un día hicieran para encerrar el camión municipal de los bomberos y que luego, se convirtió en sala de exposiciones permanente, porque a una exposición le sucedía otra, sin casi dar tiempo a los artistas para retirar su obra, y no hacía falta leer los carteles de la puerta, porque su luz, en las tardes/noches de paseo por Miguel de Cervantes, era como un farolillo que atraía a los transeúntes como polillas nocturnas a la luz más enriquecedora de la cultura.
Recuerdo la primera exposición, porque yo participé en la preparación de aquella improvisada sala, junto a un entusiasta grupo de jóvenes, algunos de cuyos nombres ya no recuerdo, porque los años pasan y como las ola, el tiempo va borrando las huellas de la arena de la memoria. Fue para desarrollar una actividad del también desaparecido Círculo Cultural Fernando Muñoz, para organizar una exposición tras un concurso de Fotografía. Y ante la carencia de una sala apropiada, hablamos con Sequí y todo fueron facilidades. Eran otros tiempos y los dineros oficiales apenas existían, así que nosotros mismos pintamos y arreglamos la sala, que de alguna forma quedó desde entonces consagrada como la sala oficial de exposiciones de Tarancón.
Tantas iniciativas han nacido de esa casa, que me resultaría imposible citar todas, además, sólo conozco a fondo su historia a partir de la creación de la mencionada sala. Fue entonces cuando mi amistad con él se fue consolidando y así fui testigo, y a veces tuve el privilegio de colaborar, a su llamada, como jurado en diferentes certámenes, pero sobre todo, la que más me llena de orgullo, fue formar parte de la Comisión que dio forma al Certamen Nacional de Pintura y Fotografía CIUDAD DE TARANCÓN.
No sólo este certamen (el más importante que haya tenido nuestra ciudad) ha nacido tras sus muros. Además innumerables asociaciones encontraron allí cobijo, entre otras, el Club Polideportivo Tarancón, que tanta actividad ha desarrollado y tan importante ha sido para casi dos generaciones de jóvenes (alguien debería escribir más a fondo sobre ellos); el Club de Tiro con Arco, que conseguiría éxitos a nivel nacional; la Asociación Fotográfica Objetivo, que además de formar en el arte de la fotografía a innumerables jóvenes, tuvo allí su modesto laboratorio y aula y contó como secretario con el propio José Antonio Sequí, que no le importaba echarse una nueva carga con tal de que otra asociación echase a andar; la Asociación Juvenil Ansares; el Radio Club Tarancón, etc., etc. Cualquiera que tuviese un proyecto que requiriese asociarse, y que necesitase mover papeles para empezar y un local donde reunirse, allí tenía su casa, en la que su director a veces tenía que hacer malabarismos para, a base de turnos, horarios y acuerdos, dar cabida a todos.
No sé si el moderno auditorio, o centro cívico, o las dos cosas (como le llamen), será capaz de llenar su hueco, y no me refiero al volumen construido, que es mayor, sino al de la promoción desinteresada del asociacionismo, la cultura y el deporte, porque aunque a veces se echen de menos infraestructuras, lo importante es la entrega personal que hay detrás de cada actividad, el saber motivar, el convertir un edificio, que al fin y al cabo son unos muros y una cubierta, en un centro de atracción capaz de unir y coordinar voluntades para que el caminar por esas cosas (para algunos secundarias) como son la pintura, la literatura, la poesía, la creación artística, la práctica del deporte, la conducción de niños y jóvenes por el camino de la participación y la vida sana, sea posible; porque después de hacer habitable y cómoda nuestra propia casa, y una vez cubiertas nuestras necesidades biológicas, ese es el punto que le falta a nuestra sociedad para completar la calidad de vida. Esa es la diferencia entre una sociedad mecánica y fría y otra civilizada.
Que aunque sus muros hayan caído, y el hormigón armado y la moderna arquitectura ocupen el lugar de aquel “hogar juvenil”, el espíritu de la CASA DE LA JUVENTUD no descanse en paz, sino que siga bullendo en la mente y el cuerpo de todos aquellos que siguen creyendo que el mundo se mueve gracias a las iniciativas y que la civilización avanza gracias a los que creen en la creatividad y saben apoyar a los que crean.
Fdo. Pedro López Ocaña
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