Rian Lozano, una investigadora taranconera afincada en México

Rian vive desde hace cuatro años en México, en el Distrito Federal, que es una de las ciudades “de más contrastes, con más dificultades y más apasionante del planeta”, según describe ella misma.

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Rian Lozano de la Pola es Investigadora de la Coordinación de Humanidades – PUEG (Programa Universitario de Estudios de Género) de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México).

Tiene profundas raíces en Tarancón y un corazón valenciano. Es hija de Josemi Lozano y Marisa de la Pola, nieta del pintor Emiliano Lozano. Conserva un grupo de amigos en este municipio con los que no pierde el contacto, lo mismo sucede con sus tíos, primos y sobrinos, son una familia muy unida. Echa de menos las gachas de su tía, los borrachos y las magdalenas de La Máxima y comer pipas en “el parquecillo” hasta las dos de la mañana. Eso sí, ha exportado parte del vocabulario taranconero, que oído en boca de sus amigos mexicanos tiene otra gracia, según nos confiesa.

Nuestra entrevistada ha ayudado al Grupo Zascandil Folk!!! en su profundización en la investigación en las raíces del folclore taranconero. Junto a Javier Collado ha buscado en México información y testimonios relacionados con la familia Ríus y su cancionero.

Rian vive desde hace cuatro años en México, en el Distrito Federal, que es una de las ciudades “de más contrastes, con más dificultades y más apasionante del planeta”, según describe ella misma. Es una persona muy comprometida con los Derechos Humanos, en esta entrevista nos habla de la situación convulsa que vive el país azteca tras la desaparición de 43 estudiantes de una escuela rural de magisterio.

- ¿Cuándo te planteaste marcharte de Tarancón? ¿Por qué?

Nunca me lo tuve que plantear. Cuando solo tenía dos años mis padres se mudaron a Talavera de la Reina, y ahí empezó el periplo por unas cuantas ciudades y países. No sé qué hubiera pasado si hubiera crecido en Tarancón, aunque también es cierto que toda mi vida he estado muy vinculada. No fui allí a la escuela, ni pasé los inviernos de lunes a viernes, pero nunca pasó más de un mes (hasta que me vine a México) sin que apareciera al menos un fin de semana por allí.

- ¿Cuál ha sido tu camino hasta llegar a México?

Pues supongo que uno ¡medio torcido! Llegué a México por primera vez hace 8 años, por razones académicas. Estaba terminando mi tesis de doctorado y vine aquí a hacer mi última estancia de investigación. Trabajaba (y trabajo) desde el feminismo y su relación con las prácticas culturales y artísticas y, ya en aquel momento, empezaba a sospechar que en América Latina, y en México en particular, se estaban produciendo cosas mucho más interesantes, más comprometidas y más cercanas a mis intereses políticos que en la vieja Europa. Había estado estudiando y trabajando en diferentes lugares de España, en Inglaterra y en Francia. Pero México era/es otra cosa. Así que después de cuatro años, regresé; esta vez con una plaza de investigadora en la UNAM (la Universidad Nacional Autónoma de México).A esta parte académica y profesional se une además otra afectiva y familiar. Una parte de mi familia Pola (la familia de mi tía María, hermana de mi abuelo Rafael de la Pola) tuvo que llegar a México como refugiados durante la guerra civil. Aquí me reencontré con ese pedazo de historia que faltaba en mi familia y, claro, el camino lejos de casa ha sido mucho más fácil también gracias a ellos.

- ¿Tuviste claro que, si existía esa posibilidad, querías quedarte a vivir en México? ¿En qué ciudad estás?

Vivo en el Distrito Federal, una de las ciudades más grandes, de más contrastes, con más dificultades y más apasionante del planeta. Un auténtico lío de lugar que paradójicamente engancha, mucho. Cuando llegué a México pensaba que sería máximo por tres años. Ya voy camino de los cuatro y cada vez con perspectivas laborales más claras. Hace cuatro años no me quería quedar a vivir aquí, ahora ya ni siquiera lo pienso. Aquí estoy, y estoy contenta. No sé por cuánto tiempo. Lo bueno es que eso ha dejado de ser lo primero que pienso al despertarme.

- ¿Qué es lo que más te gusta del país en el que vives? ¿Y de tu ciudad? ¿y de tu trabajo?

Lo que más me gusta de México es lo incomprensible que para mí va a ser siempre este país, y la fascinación que siento al ver cómo un país, con más de 500 años de colonización y sometimiento a sus espaldas, y estando tan cerca de EEUU, puede tener gente “tan chingona” (como dicen aquí). México tiene cosas horribles que lamentablemente son las únicas que aparecen en la prensa internacional. Ahora mismo, por ejemplo, estamos viviendo un momento de dolor extremo por los 43 estudiantes normalistas (de una escuela rural de magisterio) desaparecidos. Un crimen de Estado que engorda la lista de asesinadas, violadas y desaparecidos en toda la república. Pero hasta los peores momentos son enfrentados con una solidaridad y un compromiso infinito por parte de infinidad de mexicanos y mexicanas que hacen frente a esta impunidad y esta corrupción que, no nos olvidemos, es responsabilidad de instituciones y políticos nacionales pero también internacionales.

Del Df me gustan muchas cosas. Me encantan los chilangos (así llaman a los “defeños”, la gente nacida aquí y que tiene ciertamente un “aire” especial), me gusta su centro histórico, algunas de sus colonias (barrios) como Santa María de la Rivera o la Obrera, muy populares y muy poco conocidas por los que vienen de afuera, también me gusta el sur de la ciudad: la UNAM, el barrio del Los Reyes-Coyoacán, donde vivo. Me encantan los tacos al pastor de los puestos de la calle!

De mi trabajo lo que más me gusta son los estudiantes. La UNAM es un monstruo enorme donde la burocracia a veces se vuelve desesperante, pero donde el nivel académico y la actitud e interés de los estudiantes me han hecho entender lo que significa una enseñanza superior, completamente pública y de calidad. En mis clases tengo estudiantes que hacen dos horas en el transporte público para llegar a la UNAM y otras dos de vuelta a casa cuando terminamos la sesión. Eso hace que, necesariamente, el interés sea mayúsculo. Y si a esto sumamos la tradición de lucha política y referente académico que tiene esta universidad en toda América Latina, el escenario no puede ser mejor.

- ¿Qué es lo que más echas de menos de Tarancón?

Lo qué más: a mis tíos, a mis primos y sobrinos, y a algunos amigos que siempre serán parte fundamental de mi vida. Además me acuerdo mucho de los veranos comiendo pipas en el “parquecillo” hasta las dos de la mañana. Eso aquí no lo puedo hacer (porque no hay pipas y porque estar en un parque hasta las dos de la mañana aquí sería una práctica de riesgo!). Y también echo mucho de menos las gachas de mis tíos, los borrachos y las magdalenas de la Máxima.

- ¿Sigues las noticias del pueblo a través de familia, amigos o internet?

Sí. Estoy conectadísima, sobre todo a través de la familia y de amigos.

- ¿Hay algo que hayas “redescubierto” de Tarancón, observándolo ahora desde varios miles de kilómetros?

Pues he redescubierto que me gusta mucho decir que soy de allí. Cuando en México la gente me pregunta de donde soy suelo responder en dos partes: Soy de Tarancón, que es un pueblo pequeño, en el centro de la península, muy cerca de la capital; pero crecí en Valencia.

Es muy curioso ver las caras de la gente de esta ciudad donde viven más de veinte millones de personas cuando les digo que yo soy de un pueblo de unos 16.000 habitantes.También me gusta mucho, me encanta, cuando alguna amiga o amigo mexicano me sorprende diciendo “cuevero”, “cisco”, “censo” o “fierusco”. Eso es algo que sí conservo intacto: mi vocabulario taranconero. Y es muy gracioso escucharlo con acento mexicano.

- Por cierto, tengo entendido que echaste una mano a Javi Collado en su investigación sobre las raíces del folclore taranconero en México con la familia Ríus. ¿Cómo fue la experiencia?

Sí! Bueno, en realidad lo acompañé. Javi es un tipazo y tiene una cabeza extraordinaria. Está poniendo a andar (con otros amigos) un proyecto muy interesante y con un valor cultural, social y afectivo incalculable para Tarancón. Yo creo que con esta investigación y con los productos que resulten de ella, Javi va a conseguir unir Tarancón con México DF y va a conseguir unir también a diferentes generaciones de nuestro pueblo. Pensar en el folclore de Tarancón es entender lo que somos. No puede haber mejor vehículo. Y la experiencia en México fue muy bonita. Parte de la familia Ríus es también Pola, así que para mí fue otra forma de conectarme con Tarancón desde los vínculos familiares.

- ¿Cada cuánto tiempo vienes por España? ¿Qué es lo que te gusta hacer, además de ver a la familia y amigos?

Pues voy mucho, aunque me gustaría estar un poco más cerca y poder ir más. Voy dos veces al año. Mis únicos planes son siempre estar con mis padres y mi hermana, a los que sigo echo de menos tanto como el primer día que llegué aquí, con Marta –mi otra hermana “elegida”, pasar lo antes posible por Tarancón para ver a mi familia (normalmente vuelo a Madrid y en el camino a Valencia hago una escala imprescindible en casa de mis tíos), tratar de ver a la gente que más quiero y que están repartidas por toda la península y ¡comerme una paella!

También llego siempre con muchas ganas de montar en mi bici, y darme unas vueltas por la huerta que rodea mi barrio valenciano de Benimaclet.

- ¿Qué es lo que nunca falta en tu maleta de vuelta desde tu casa en Valencia y/o Tarancón?

Pues aunque suene muy a tópico, lo que nunca falta es jamón serrano y pimentón, y una botellita de aceite de Jaén que me prepara siempre mi padre. Tampoco faltan nunca libros. Ni algunas otras cosas medio absurdas y de poca utilidad. Por eso lo que siempre sobran son kilos. Llevo más de la mitad de mi vida viajando mucho y todavía no he aprendido a hacerme una maleta. Mi madre lo explicaría diciendo que soy “un pelín excesiva”…

- ¿Dónde ves tu futuro a medio y largo plazo?

A medio plazo, y si las cosas siguen como ahora, aquí, en México. No me gusta pensar “más largo”.

 

 

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Comentarios

Imagen de Fátima Magro

Me encanta esta sección de Taranconer@s por el mundo! Enhorabuena por visibilizar las vidas de estas personas, y enhorabuena a estas personas por haber encontrado nuevos horizontes.

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